jueves, 31 de octubre de 2013

Conferencia del P. Teótimo

Os ofrecemos una conferencia del P. Teóimo (coordinador de la pastoral en lengua española del santuario de Ntra. Sra. de Lourdes) sobre la labor del hospitalario.



VOLUNTARIADO CRISTIANO HOSPITALARIO
- CONGRESO de SALAMANCA -

"Peregrino al servicio de los peregrinos"

Introducción
El voluntariado es un tema de actualidad, quizás porque es el medio por el que se están resolviendo muchos problemas de orden social, cultural y humanitario, que las instituciones no llegan, o llegan  tarde, a resolver.
El de Lourdes es un voluntariado especial y característico, vario y diversificado. Aquí quiero referirme únicamente al voluntariado de la Hospitalidad Nuestra Señora de Lourdes, englobando a todos cuantos sirven en las Hospitalidades, tengan o no tengan hecho el compromiso oficial con la Hospitalidad.
En el artículo 1º de los Estatutos generales de la Hospitalidad Nuestra Señora de Lourdes se dice: “La Hospitalidad es una asociación de fieles de Cristo que trabajan como voluntarios.”
 = Fieles de Cristo, o sea cristianos, y voluntarios:
Este principio ayudará a captar mejor el sentido de cuanto diré a continuación. Un principio, por otra parte, que debería ser la clave para el buen funcionamiento de toda Hospitalidad.
Desde las primeras apariciones existió el servicio voluntario en Lourdes. Bernardita fue siempre a la Gruta acompañada. La acompañaban, le abrían camino, le hacían sitio. Luego, en las peregrinaciones organizadas con peregrinos sanos, empezaron a ir a Lourdes peregrinos enfermos, cada vez más numerosos y cada vez de más lejos. Había que trasladarlos y alojarlos en algún sitio. Surgieron enseguida voluntarios que se prestaron a ayudarlos. Pero pronto se hizo necesaria una organización. Así, en 1880, nació la Hospitalidad Ntra. Sra. de la Salud y, cinco años más tarde, La Hospitalidad Ntra. Sra. de Lourdes.
Un voluntario de la Hospitalidad, es decir, un Hospitalario, es un peregrino de Lourdes; un peregrino que, habiendo vivido esta experiencia, quiere compartirla con otros.
Un hospitalario es un peregrino activo, un peregrino comprometido en el servicio de otros peregrinos de Lourdes. Comprometido particularmente en el servicio a los más necesitados: enfermos, discapacitados, o de edad avanzada. Servicio, tanto en el acompañamiento como en la acogida.
1. El voluntario cristiano
El voluntario cristiano es la persona que inspirándose en la fe y movida por el amor al prójimo, se compromete a destinar, de modo estable, un tiempo liberado, en unión con otras personas, a prestar un servicio gratuito en algún campo de la pobreza, de la marginación o del sufrimiento. El voluntario cristiano posee una motivación fundamental: Ve en el necesitado a un hermano, experimenta ante él los mismos sentimientos que Cristo y llega a ver en él al propio Cristo. “Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
A esta actitud fundamental hemos de añadir unos cuantos requisitos que la convalidan en la práctica, humana y técnicamente:
- Motivación interior, libre, sin condicionamientos ni coacciones.
- Sentido de la responsabilidad frente al compromiso asumido.
- Aptitudes de equilibrio y madurez, adecuadas al servicio.
- Preparación apropiada para hacer frente a la variedad de situaciones y problemas.
- Tiempo libre suficiente para cumplir con el compromiso adquirido.
- Actitudes positivas hacia las personas o grupos que ha de atender.
- Cualidades humanas, como discreción, espíritu de servicio, comprensión y respeto, sentido de la acogida y la escucha, capacidad de trabajo, aceptación de las propias limitaciones, saber consultar, sentido del secreto profesional…
2. El voluntariado, un servicio
La larga tradición del servicio voluntario en la Iglesia se inspira en Cristo, el voluntario por excelencia, que dice: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28).
En esta expresión de Cristo, desgranada en múltiples gestos, se revela la fuente de todo voluntariado cristiano. En Cristo, el voluntario descubre, ante todo, su vocación cristina, que consiste en tener los mismos sentimientos y actitudes de Cristo (Fil 2,5), y en configurar su vida según el dinamismo del amor: “En esto conocerán que sois mis discípulos” (Jn 13,35).
En esta fuente se inspiran quienes conciben y orientan su vida como servicio. Para unos será una vida entera; en otros impregnará el ejercicio de su actividad profesional; para otros será una opción de voluntariado compatible con otras ocupaciones.
Uno de los pasajes más entrañables de la encíclica del Papa Benedicto XVI “Dios es amor”, está en los párrafos que dedica al voluntariado. “Un fenómeno importante de nuestro tiempo, dice, es el nacimiento y difusión de muchas formas de voluntariado, que se hacen cargo de múltiples servicios. A este propósito, quisiera dirigir  una palabra especial de aprecio y gratitud a todos los que participan de diversos modos en estas actividades. Esta labor es una escuela de vida para los jóvenes, que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no solo algo, sino a sí mismos. De este modo, frente a la anticultura de la muerte, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo, sino que precisamente en la disponibilidad a “perderse a sí mismo” (Lc 17, 33) a favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida (nº 30).
Para el cristiano, el servicio del voluntariado no es un añadido a su vida de creyente, sino una respuesta coherente con los compromisos bautismales, una invitación que espolea a testimoniar la fe, la esperanza y la caridad.

Notas características del voluntario cristiano = Hospitalario de Lourdes

Son como el cuadro o la imagen que debe reflejarse en el ser y en el obrar del voluntario en el servicio de la Hospitalidad.
1) Un servicio por vocación
El voluntariado es connatural a la vocación cristiana y a nuestro compromiso bautismal de seguir a Cristo.
Jesús nos dice (Jn 15,16): “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros y os destiné a que vayais y deis fruto y vuestro fruto dure”.
Según esto, en la vocación al voluntariado, como en toda vocación de Iglesia, hemos de tener en cuenta:
- Que la iniciativa viene de Dios y que, por nuestra parte, debemos darle acogida y respuesta. Dios irrumpe en nuestra vida con la exigencia que solo Él puede imponer.
- Que esa llamada exige un cambio de nuestros planes de vida e, incluso una ruptura, para entrar en los planes de Dios. Romper, que significa, ante todo, cambiar nuestra escala de valores.
- Nuestra vida entra en una nueva dimensión, de la que recibe una luz y una fuerza nuevas: “el otro mundo”, que le dijo la Señora a Bernardita.
- Que, al igual que toda otra vocación, también ésta debemos apreciarla, cuidarla y preservarla, tratando de ser fieles a ella.
Todos estos componentes de la vocación están presentes en la llamada de la Señora a Bernardita. Sin saber todavía quién es, en la 3ª aparición oye que le dice: “¿Quiere usted hacerme el favor de venir aquí durante quince días?” Algo inesperado para Bernardita en la expresión y en el contenido. Bernardita responde afirmativamente, llena de disponibilidad y confianza. Recordemos a María, en el Misterio de la Anunciación, su actitud y su respuesta (Lc 1, 26-38).
2) Un servicio en gratuidad
La gratuidad es una nota característica que envuelve todo lo que es el voluntariado. La comunidad cristiana encuentra la motivación para la caridad en el amor de Cristo, en que Él nos amó primero. Ese amor es la norma suprema de nuestra moralidad.
“Amaos unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn 15,12)
“Gratis habéis recibido, dad gratis” (Mt 10,8).
Nuestra existencia es un “don recibido”. Somos don de Dios en orden a ser don para los demás.
La expresión de Tagore: “La vida se nos dio y la merecemos dándola”, y las palabras que San Pablo atribuye al Señor: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35), son como una descripción lapidaria de la gratuidad del voluntariado: Dar porque hemos recibido, y encontrar en ello la verdadera alegría.
Dar a los que no nos pueden devolver. Los genuinos destinatarios del servicio voluntario son los que no pueden devolver nada a cambio. Porque un voluntario no busca ni un salario, ni un regalo, ni una recompensa, ni un reconocimiento o prestigio.
La parábola del criado, en las recomendaciones de Jesús a los discípulos, termina así: “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos; hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).
Bernardita Soubirous expresa la gratuidad de su vocación diciendo: “La Señora me escogió porque era la más pobre y la más ignorante”; y reconoce la gratuidad de su servicio comparándose con la escoba, que, una vez usada, se guarda detrás de la puerta.
3) Un servicio en compasión
La acción voluntaria arranca de la capacidad que Dios ha dado a toda persona de “conmoverse” ante la adversidad ajena, de solidarizarse con el que sufre, es decir, "padecer con" y, en consecuencia, de prestarle una ayuda.
El creyente encuentra la fuente, el modelo y la motivación para compadecerse, en Dios mismo. Ya en el Antiguo Testamento Dios se llama a sí mismo Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso” (Ex 34,6).
Para el autor de la Carta a los Hebreos, la compasión hacia los hombres, sus hermanos, es el motivo de la Encarnación del Hijo de Dios. "Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo". (Heb 2,17) Así es como la misericordia y la compasión de Dios se manifiestan definitivamente en Jesucristo:
Los evangelistas insisten en el hecho de que Jesús, viendo a las gentes, se compadecía de ellas y les anunciaba la buena Noticia, les enseñaba, curaba a los enfermos y expulsaba a los demonios. (Mt 9,36;  Mc 6,34)
El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma del año 2006 llevaba como título estas palabras del Evangelio: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas” (Mt 9,36).
Por seis veces hace referencia el Papa a la “mirada” conmovida de Cristo, que se detiene sobre las personas y las multitudes. Nuestra “mirada compasiva” debe, pues, asemejarse a la de Cristo.
El samaritano de la parábola, viendo al herido al borde del camino, tuvo lástima, se compadeció y obró en consecuencia.
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36)
Bernardita aprendió en la Gruta, de la mirada de la Señora, la actitud amorosa y compasiva.  Actitud la manifestó hacia los pobres y los enfermos de Lourdes, primero, y, luego en Nevers, con las Hermanas, que  darán después testimonio de su dulzura y caridad, de su sonrisa y sus palabras agradables, de su delicadeza y alegría, de su amabilidad, de su compasión.
Una figura, que no aparece en los Evangelios, pero que recordamos en el Víacrucis, es la Verónica. A la vista de Jesús, se compadeció y, superando todos los obstáculos, con su gesto compasivo, le devolvió el rostro humano cuya apariencia había perdido.
4) Un servicio en comunidad
El voluntariado cristino, desde los comienzos de la Iglesia, nace y se desarrolla en el marco de un grupo, de una comunidad. Por lo general, no es obra de francotiradores. La pertenencia a una asociación, a una comunidad, predispone a un estilo radical de servicio y a evitar que la acción voluntaria sea una justificación del individualismo, aunque sea religioso. La comunidad, el grupo, (la Hospitalidad) acompañan al voluntario y lo ayudan a mantener una actitud realista y crítica, partiendo de los criterios evangélicos. Comunidad de voluntarios, voluntarios es comunidad, podría ser un buen lema para todo esto.
La comunidad es, desde los Apóstoles, la destinataria del mandato del Señor de anunciar la Palabra y de curar; así como es también la destinataria de los dones y carismas que el Espíritu distribuye para la edificación común, como explica San Pablo escribiendo a los Corintios. (1Co 12,4). Así pues, el voluntario cristiano ha de ser siempre expresión de la comunidad. La comunidad es, ante todo, la Iglesia, tanto universal como local. Pero es también la parroquia, la asociación (la Hospitalidad) o el grupo en que el voluntario está integrado directamente.
Ahora bien, el voluntariado asumido por la comunidad debe estar dotado de una organización eficaz y contar con unos animadores idóneos.
5) Formación necesaria
El voluntariado no se improvisa, no se debe improvisar. Por eso se impone, por parte de la comunidad, la seria e ineludible tarea de la formación.
Y no se trata de una formación académica o de especialistas. Se trata de tomar conciencia de todo lo que venimos llamando las características del servicio voluntario. Además de tener un sentido cristiano de la vida, una formación religiosa y moral suficiente, en el caso de los Hospitalarios de Lourdes conviene tener un conocimiento del sentido de la peregrinación, de la historia de las Apariciones de la Virgen y del Mensaje de Lourdes.
En el tema de la formación podemos subrayar dos aspectos:
- La consideración hacia las personas a quienes servimos. Esas personas tienen derecho a que el voluntario ponga a su disposición todas sus capacidades, entre ellas una preparación que haga más eficaz su servicio.
- El carácter permanente de la formación. En ninguna materia se aprende todo de una vez, pero menos en humanidad y en el trato con las personas.
Por lo que respecta al formador, en este tema no se trata de un profesor que transmite datos y teorías. Debe ser un acompañante que transmite, sobre todo, su experiencia, sus vivencias, convirtiéndose entonces en compañero de camino. Lo mismo que, como decimos, un Hospitalario es un peregrino que guía y sirve a otros peregrinos, el formador debe guiar y servir al hospitalario en formación.
6) Un servicio con creatividad y decisión
Podemos recordar el episodio de la curación del paralítico de Cafarnaún. (Ver tema pastoral del año 2005).  Jesús rodeado de un mar de gente, que es imposible cruzar. Unos voluntarios llevan en su camilla a un paralítico con el decidido deseo de acercarlo a toda costa a Jesús, para que lo cure. Son personas inteligentes e ingeniosas aquellos cuatro amigos. No tuvieron miedo a los problemas que podría crear su “ocurrencia” de abrir un boquete en el tejado. Buscaban dar satisfacción al gran deseo del paralítico, poniéndolo a los pies de Jesús. Fueron creativos y decididos porque tenían la fe cierta de que el Maestro podía hacer algo por su amigo paralítico. Consiguieron, incluso, más de lo que querían: Jesús manifestó su compasión y su poder curando el alma y el cuerpo del paralítico, y las buenas gentes glorificaron a Dios.
7) Un servicio como cultura del dar
Ser voluntario para servir en la Hospitalidad y la peregrinación puede limitarse a unos días al año, quizás solo a los días de la peregrinación.  Pero esto pude ayudar a adquirir un hábito, una manera de obrar que se convierta en una experiencia cotidiana de servicio a los necesitados.  Se da entonces vida y forma concreta a un proceso que podemos llamar “la cultura del dar”.
La cultura del dar es la cultura del Evangelio, es el Evangelio mismo. “Dad y se os dará"  (Lc 6,38).
De este modo se llega al núcleo de la experiencia de servicio, que es el don de sí mismo, don del tiempo, don de las propias energías, don de los propios conocimientos y experiencia para mejorar el servicio, don de los brazos y el corazón, como decimos en Lourdes, para acoger a todos, principalmente a los enfermos, a los discapacitados, a los débiles, a los pequeños.
Y sabemos bien que el don, la entrega llegan a ser recíprocos. “Recibimos más de lo que damos”, es el testimonio constante de los voluntarios de Lourdes.
8) Un servicio en comunión
La comunión, que tanto se pone hoy de relieve en la Iglesia, es una realidad que se ha de vivir a todos los niveles, para que sea el antídoto del individualismo y del relativismo, que avanzan a pasos agigantados en la forma de vivir de la gente.
Ante todo, está la comunión con el grupo eclesial del entorno y, en nuestro caso, con el conjunto de cuantos participan en la vida de la Hospitalidad y en la peregrinación, desde que se prepara hasta que se lleva a cabo e incluso después.
Está, además, y no es menos importante, la comunión con las personas responsables de la dirección y organización. Comunión que debe ser mutua, y que no siempre es fácil. No se trata solo de dar directrices y de ponerlas en práctica sino, sobre todo, de un diálogo sincero, de una corresponsabilidad y de “llevar los unos las cargas de los otros”, como dice San Pablo.
Hoy es muy importante la comunión entre generaciones. Entre los voluntarios de la Hospitalidad se puede dar también el desajuste y hasta la ruptura entre generaciones. Si hay comprensión y amor entre las generaciones, brotarán frutos abundantes para el voluntariado tanto de los jóvenes como de los mayores.
9) Un servicio impregnado de espiritualidad eucarística y mariana
 “Lourdes es el mayor trono de Cristo-Eucaristía en el mundo”, según palabras del Papa San Pío X.
El Santuario de Lourdes, mariano por excelencia, tiene a la Eucaristía como centro y cumbre de todas sus celebraciones. Misas, procesión eucarística, tiempos de adoración: El Señor, enseñándonos y haciéndonos ver siempre su entrega por nosotros; el Señor, Buen Samaritano de nuestra humanidad herida, que ilumina y fortalece a quienes siguen sus pasos en el servicio voluntario a los hermanos.
Con todo, Lourdes es lo que es por la Santísima Virgen. Todo comenzó con Ella y todo se mantiene y sigue adelante por Ella. Ella invita, atrae, acoge y acompaña a cuantos vienen a Lourdes. Ella los orienta y los lleva de la mano al encuentro con Jesucristo su Hijo. Ella, la peregrina de la fe, es como la Hospitalaria que nos lleva a ese encuentro. Ella inspira y alimenta tantas visitas a la Gruta, donde se respira su presencia. Ella inspira la oración intercesora de unos por otros, especialmente entre enfermos y voluntarios. Ella da sentido a ese desgranar constante del rosario en tantas manos.  Después de su Hijo, Ella es la voluntaria por excelencia, desde su “Hágase”, como esclava del Señor, hasta convertirse en Madre nuestra, llena de compasión y misericordia, al pie de la Cruz.
El Papa Juan Pablo II llamó a María, “Icono del voluntariado cristiano”. Que Ella renueve y afiance en todos la vocación y la entrega como hospitalarios, peregrinos al servicio de los peregrinos. 

P. Teótimo González, omi

Coordinador de la pastoral en lengua española

Lourdes, noviembre de 2009


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