Os ofrecemos una conferencia del P. Teóimo (coordinador de la pastoral en lengua española del santuario de Ntra. Sra. de Lourdes) sobre la labor del hospitalario.
VOLUNTARIADO
CRISTIANO HOSPITALARIO
-
CONGRESO de SALAMANCA -
"Peregrino al servicio de los peregrinos"
Introducción
El
voluntariado es un tema de actualidad, quizás porque es el medio por el que se
están resolviendo muchos problemas de orden social, cultural y humanitario, que
las instituciones no llegan, o llegan
tarde, a resolver.
El
de Lourdes es un voluntariado especial y característico, vario y diversificado.
Aquí quiero referirme únicamente al voluntariado de la Hospitalidad Nuestra
Señora de Lourdes, englobando a todos cuantos sirven en las Hospitalidades,
tengan o no tengan hecho el compromiso oficial con la Hospitalidad.
En el artículo 1º de los Estatutos generales de la Hospitalidad Nuestra
Señora de Lourdes se dice: “La
Hospitalidad es una asociación de fieles de Cristo que
trabajan como voluntarios.”
= Fieles de Cristo, o sea cristianos, y
voluntarios:
Este
principio ayudará a captar mejor el sentido de cuanto diré a continuación. Un
principio, por otra parte, que debería ser la clave para el buen funcionamiento
de toda Hospitalidad.
Desde
las primeras apariciones existió el servicio voluntario en Lourdes. Bernardita
fue siempre a la Gruta
acompañada. La acompañaban, le abrían camino, le hacían sitio. Luego, en las
peregrinaciones organizadas con peregrinos sanos, empezaron a ir a Lourdes
peregrinos enfermos, cada vez más numerosos y cada vez de más lejos. Había que
trasladarlos y alojarlos en algún sitio. Surgieron enseguida voluntarios que se
prestaron a ayudarlos. Pero pronto se hizo necesaria una organización. Así, en
1880, nació la
Hospitalidad Ntra. Sra. de la Salud y, cinco años más tarde,
La Hospitalidad
Ntra. Sra. de Lourdes.
Un
voluntario de la
Hospitalidad , es decir, un Hospitalario, es un peregrino de
Lourdes; un peregrino que, habiendo vivido esta experiencia, quiere compartirla
con otros.
Un hospitalario es un
peregrino activo, un peregrino comprometido en el servicio de otros peregrinos
de Lourdes. Comprometido particularmente en el servicio a los más necesitados:
enfermos, discapacitados, o de edad avanzada. Servicio, tanto en el
acompañamiento como en la acogida.
1. El voluntario
cristiano
El voluntario cristiano es la persona que
inspirándose en la fe y movida por el amor al prójimo, se compromete a
destinar, de modo estable, un tiempo liberado, en unión con otras personas, a
prestar un servicio gratuito en algún campo de la pobreza, de la marginación o
del sufrimiento. El voluntario cristiano posee una motivación fundamental: Ve
en el necesitado a un hermano, experimenta ante él los mismos sentimientos que
Cristo y llega a ver en él al propio Cristo. “Lo que hicisteis con uno de estos
mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
A esta actitud fundamental hemos de añadir
unos cuantos requisitos que la convalidan en la práctica, humana y
técnicamente:
- Motivación interior,
libre, sin condicionamientos ni coacciones.
- Sentido de la responsabilidad frente al
compromiso asumido.
- Aptitudes de equilibrio y madurez,
adecuadas al servicio.
- Preparación apropiada para hacer frente a
la variedad de situaciones y problemas.
- Tiempo libre suficiente para cumplir con
el compromiso adquirido.
- Actitudes positivas hacia las personas o
grupos que ha de atender.
- Cualidades humanas, como discreción,
espíritu de servicio, comprensión y respeto, sentido de la acogida y la
escucha, capacidad de trabajo, aceptación de las propias limitaciones, saber
consultar, sentido del secreto profesional…
2.
El voluntariado, un servicio
La larga tradición del servicio voluntario
en la Iglesia
se inspira en Cristo, el voluntario por excelencia, que dice: “No he venido a
ser servido, sino a servir” (Mt 20,28).
En esta expresión de Cristo, desgranada en
múltiples gestos, se revela la fuente de todo voluntariado cristiano. En
Cristo, el voluntario descubre, ante todo, su vocación cristina, que consiste
en tener los mismos sentimientos y actitudes de Cristo (Fil 2,5), y en
configurar su vida según el dinamismo del amor: “En esto conocerán que sois mis
discípulos” (Jn 13,35).
En esta fuente se inspiran quienes conciben
y orientan su vida como servicio. Para unos será una vida entera; en otros
impregnará el ejercicio de su actividad profesional; para otros será una opción
de voluntariado compatible con otras ocupaciones.
Uno de los pasajes más entrañables de la
encíclica del Papa Benedicto XVI “Dios es amor”, está en los párrafos que
dedica al voluntariado. “Un fenómeno importante de nuestro tiempo, dice, es el
nacimiento y difusión de muchas formas de voluntariado, que se hacen cargo de
múltiples servicios. A este propósito, quisiera dirigir una palabra especial de aprecio y gratitud a
todos los que participan de diversos modos en estas actividades. Esta labor es
una escuela de vida para los jóvenes, que educa a la solidaridad y a estar
disponibles para dar no solo algo, sino a sí mismos. De este modo, frente a la
anticultura de la muerte, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo,
sino que precisamente en la disponibilidad a “perderse a sí mismo” (Lc 17, 33)
a favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida (nº 30).
Para el cristiano, el servicio del
voluntariado no es un añadido a su vida de creyente, sino una respuesta
coherente con los compromisos bautismales, una invitación que espolea a
testimoniar la fe, la esperanza y la caridad.
Notas características del voluntario cristiano = Hospitalario de Lourdes
Son como el cuadro o la imagen que debe reflejarse en el ser y en el
obrar del voluntario en el servicio de la Hospitalidad.
1)
Un servicio por vocación
El voluntariado es connatural a
la vocación cristiana y a nuestro compromiso bautismal de seguir a Cristo.
Jesús
nos dice (Jn 15,16): “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros
y os destiné a que vayais y deis fruto y vuestro fruto dure”.
Según
esto, en la vocación al voluntariado, como en toda vocación de Iglesia, hemos
de tener en cuenta:
-
Que la iniciativa viene de Dios y que, por nuestra parte, debemos darle acogida
y respuesta. Dios irrumpe en nuestra vida con la exigencia que solo Él puede
imponer.
-
Que esa llamada exige un cambio de nuestros planes de vida e, incluso una
ruptura, para entrar en los planes de Dios. Romper, que significa, ante todo,
cambiar nuestra escala de valores.
-
Nuestra vida entra en una nueva dimensión, de la que recibe una luz y una fuerza
nuevas: “el otro mundo”, que le dijo la Señora a Bernardita.
-
Que, al igual que toda otra vocación, también ésta debemos apreciarla, cuidarla
y preservarla, tratando de ser fieles a ella.
Todos estos componentes de
la vocación están presentes en la llamada de la Señora a Bernardita. Sin
saber todavía quién es, en la 3ª aparición oye que le dice: “¿Quiere usted
hacerme el favor de venir aquí durante quince días?” Algo inesperado para
Bernardita en la expresión y en el contenido. Bernardita responde afirmativamente,
llena de disponibilidad y confianza. Recordemos a María, en el Misterio de la Anunciación , su
actitud y su respuesta (Lc 1, 26-38).
2)
Un servicio en gratuidad
La gratuidad es
una nota característica que envuelve todo lo que es el voluntariado. La
comunidad cristiana encuentra la motivación para la caridad en el amor de
Cristo, en que Él nos amó primero. Ese amor es la norma suprema de nuestra
moralidad.
“Amaos unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que dar
la vida por los amigos.” (Jn 15,12)
“Gratis habéis recibido, dad gratis” (Mt
10,8).
Nuestra existencia es un “don recibido”.
Somos don de Dios en orden a ser don para los demás.
La expresión de Tagore: “La vida se nos dio
y la merecemos dándola”, y las palabras que San Pablo atribuye al Señor: “Hay
más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35), son como una descripción
lapidaria de la gratuidad del voluntariado: Dar porque hemos recibido, y
encontrar en ello la verdadera alegría.
Dar a los que no nos pueden devolver. Los
genuinos destinatarios del servicio voluntario son los que no pueden devolver
nada a cambio. Porque un voluntario no busca ni un salario, ni un regalo, ni
una recompensa, ni un reconocimiento o prestigio.
La parábola del criado, en las
recomendaciones de Jesús a los discípulos, termina así: “Cuando hayáis hecho
todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos; hemos hecho lo que teníamos
que hacer” (Lc 17,10).
Bernardita Soubirous expresa la gratuidad
de su vocación diciendo: “La
Señora me escogió porque era la más pobre y la más
ignorante”; y reconoce la gratuidad de su servicio comparándose con la escoba,
que, una vez usada, se guarda detrás de la puerta.
3)
Un servicio en compasión
La acción voluntaria arranca de la
capacidad que Dios ha dado a toda persona de “conmoverse” ante la adversidad
ajena, de solidarizarse con el que sufre, es decir, "padecer con" y,
en consecuencia, de prestarle una ayuda.
El creyente encuentra la fuente, el modelo
y la motivación para compadecerse, en Dios mismo. Ya en el Antiguo Testamento
Dios se llama a sí mismo “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso”
(Ex 34,6).
Para el autor de la Carta a los Hebreos, la
compasión hacia los hombres, sus hermanos, es el motivo de la Encarnación del Hijo
de Dios. "Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo
sacerdote compasivo". (Heb 2,17) Así es como la misericordia y la
compasión de Dios se manifiestan definitivamente en Jesucristo:
Los evangelistas
insisten en el hecho de que Jesús, viendo a las gentes, se compadecía de ellas
y les anunciaba la buena Noticia, les enseñaba, curaba a los enfermos y
expulsaba a los demonios. (Mt 9,36; Mc
6,34)
El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma del año 2006
llevaba como título estas palabras del Evangelio: “Al ver Jesús a las
gentes se compadecía de ellas” (Mt 9,36).
Por seis veces hace referencia el Papa a la
“mirada” conmovida de Cristo, que se detiene sobre las personas y las
multitudes. Nuestra “mirada compasiva” debe, pues, asemejarse a la de Cristo.
El samaritano de la parábola, viendo al
herido al borde del camino, tuvo lástima, se compadeció y obró en consecuencia.
“Sed compasivos como vuestro Padre es
compasivo” (Lc 6,36)
Bernardita aprendió en la Gruta , de la mirada de la Señora , la actitud amorosa
y compasiva. Actitud la manifestó hacia
los pobres y los enfermos de Lourdes, primero, y, luego en Nevers, con las
Hermanas, que darán después testimonio
de su dulzura y caridad, de su sonrisa y sus palabras agradables, de su
delicadeza y alegría, de su amabilidad, de su compasión.
Una figura, que no aparece en los
Evangelios, pero que recordamos en el Víacrucis, es la Verónica. A la vista
de Jesús, se compadeció y, superando todos los obstáculos, con su gesto
compasivo, le devolvió el rostro humano cuya apariencia había perdido.
4)
Un servicio en comunidad
El voluntariado cristino, desde los
comienzos de la Iglesia ,
nace y se desarrolla en el marco de un grupo, de una comunidad. Por lo general,
no es obra de francotiradores. La pertenencia a una asociación, a una comunidad,
predispone a un estilo radical de servicio y a evitar que la acción voluntaria
sea una justificación del individualismo, aunque sea religioso. La comunidad,
el grupo, (la
Hospitalidad ) acompañan al voluntario y lo ayudan a mantener
una actitud realista y crítica, partiendo de los criterios evangélicos. Comunidad
de voluntarios, voluntarios es comunidad, podría ser un buen lema para todo
esto.
La comunidad es, desde los
Apóstoles, la destinataria del mandato del Señor de anunciar la Palabra y de curar; así
como es también la destinataria de los dones y carismas que el Espíritu
distribuye para la edificación común, como explica San Pablo escribiendo a los
Corintios. (1Co 12,4). Así pues, el voluntario cristiano ha de ser siempre
expresión de la comunidad. La comunidad es, ante todo, la Iglesia , tanto universal
como local. Pero es también la parroquia, la asociación (la Hospitalidad ) o el
grupo en que el voluntario está integrado directamente.
Ahora bien, el
voluntariado asumido por la comunidad debe estar dotado de una organización
eficaz y contar con unos animadores idóneos.
5)
Formación necesaria
El voluntariado no se improvisa, no se debe
improvisar. Por eso se impone, por parte de la comunidad, la seria e ineludible
tarea de la formación.
Y no se trata de una formación académica o
de especialistas. Se trata de tomar conciencia de todo lo que venimos llamando
las características del servicio voluntario. Además de tener un sentido
cristiano de la vida, una formación religiosa y moral suficiente, en el caso de
los Hospitalarios de Lourdes conviene tener un conocimiento del sentido de la
peregrinación, de la historia de las Apariciones de la Virgen y del Mensaje de
Lourdes.
En el tema de la formación podemos subrayar
dos aspectos:
- La consideración hacia las personas a
quienes servimos. Esas personas tienen derecho a que el voluntario ponga a su
disposición todas sus capacidades, entre ellas una preparación que haga más
eficaz su servicio.
- El carácter permanente de la formación.
En ninguna materia se aprende todo de una vez, pero menos en humanidad y en el
trato con las personas.
Por lo que respecta al formador, en este
tema no se trata de un profesor que transmite datos y teorías. Debe ser un
acompañante que transmite, sobre todo, su experiencia, sus vivencias,
convirtiéndose entonces en compañero de camino. Lo mismo que, como decimos, un
Hospitalario es un peregrino que guía y sirve a otros peregrinos, el formador
debe guiar y servir al hospitalario en formación.
6)
Un servicio con creatividad y decisión
Podemos recordar el
episodio de la curación del paralítico de Cafarnaún. (Ver tema pastoral del año
2005). Jesús rodeado de un mar de gente,
que es imposible cruzar. Unos voluntarios llevan en su camilla a un paralítico
con el decidido deseo de acercarlo a toda costa a Jesús, para que lo cure. Son
personas inteligentes e ingeniosas aquellos cuatro amigos. No tuvieron miedo a
los problemas que podría crear su “ocurrencia” de abrir un boquete en el
tejado. Buscaban dar satisfacción al gran deseo del paralítico, poniéndolo a
los pies de Jesús. Fueron creativos y decididos porque tenían la fe cierta de
que el Maestro podía hacer algo por su amigo paralítico. Consiguieron, incluso,
más de lo que querían: Jesús manifestó su compasión y su poder curando el alma
y el cuerpo del paralítico, y las buenas gentes glorificaron a Dios.
7)
Un servicio como cultura del dar
Ser voluntario para servir en la Hospitalidad y la
peregrinación puede limitarse a unos días al año, quizás solo a los días de la
peregrinación. Pero esto pude ayudar a
adquirir un hábito, una manera de obrar que se convierta en una experiencia cotidiana
de servicio a los necesitados. Se da
entonces vida y forma concreta a un proceso que podemos llamar “la cultura del
dar”.
La cultura del dar es la cultura del
Evangelio, es el Evangelio mismo. “Dad y se os dará" (Lc 6,38).
De este modo se llega al núcleo de la
experiencia de servicio, que es el don de sí mismo, don del tiempo, don de las
propias energías, don de los propios conocimientos y experiencia para mejorar
el servicio, don de los brazos y el corazón, como decimos en Lourdes, para
acoger a todos, principalmente a los enfermos, a los discapacitados, a los
débiles, a los pequeños.
Y sabemos bien que el don,
la entrega llegan a ser recíprocos. “Recibimos más de lo que damos”, es el
testimonio constante de los voluntarios de Lourdes.
8)
Un servicio en comunión
La comunión, que tanto se pone hoy de
relieve en la Iglesia ,
es una realidad que se ha de vivir a todos los niveles, para que sea el antídoto
del individualismo y del relativismo, que avanzan a pasos agigantados en la
forma de vivir de la gente.
Ante todo, está la comunión con el grupo
eclesial del entorno y, en nuestro caso, con el conjunto de cuantos participan
en la vida de la
Hospitalidad y en la peregrinación, desde que se prepara
hasta que se lleva a cabo e incluso después.
Está, además, y no es menos importante, la
comunión con las personas responsables de la dirección y organización. Comunión
que debe ser mutua, y que no siempre es fácil. No se trata solo de dar
directrices y de ponerlas en práctica sino, sobre todo, de un diálogo sincero,
de una corresponsabilidad y de “llevar los unos las cargas de los otros”, como
dice San Pablo.
Hoy es muy importante la comunión entre
generaciones. Entre los voluntarios de la Hospitalidad se puede
dar también el desajuste y hasta la ruptura entre generaciones. Si hay
comprensión y amor entre las generaciones, brotarán frutos abundantes para el
voluntariado tanto de los jóvenes como de los mayores.
9) Un servicio impregnado de espiritualidad
eucarística y mariana
“Lourdes es el mayor trono de
Cristo-Eucaristía en el mundo”, según palabras del Papa San Pío X.
El Santuario de Lourdes, mariano por excelencia,
tiene a la Eucaristía
como centro y cumbre de todas sus celebraciones. Misas, procesión eucarística,
tiempos de adoración: El Señor, enseñándonos y haciéndonos ver siempre su
entrega por nosotros; el Señor, Buen Samaritano de nuestra humanidad herida,
que ilumina y fortalece a quienes siguen sus pasos en el servicio voluntario a
los hermanos.
Con todo,
Lourdes es lo que es por la Santísima Virgen. Todo comenzó con Ella y todo se
mantiene y sigue adelante por Ella. Ella invita, atrae, acoge y acompaña a
cuantos vienen a Lourdes. Ella los orienta y los lleva de la mano al encuentro
con Jesucristo su Hijo. Ella, la peregrina de la fe, es como la Hospitalaria que nos
lleva a ese encuentro. Ella inspira y alimenta tantas visitas a la Gruta , donde se respira su
presencia. Ella inspira la oración intercesora de unos por otros, especialmente
entre enfermos y voluntarios. Ella da sentido a ese desgranar constante del
rosario en tantas manos. Después de su
Hijo, Ella es la voluntaria por excelencia, desde su “Hágase”, como esclava del
Señor, hasta convertirse en Madre nuestra, llena de compasión y misericordia,
al pie de la Cruz.
El Papa Juan Pablo II llamó a María, “Icono
del voluntariado cristiano”. Que Ella renueve y afiance en todos la
vocación y la entrega como hospitalarios, peregrinos al servicio de los
peregrinos.
P. Teótimo González, omi
Coordinador de la pastoral en lengua española
Lourdes, noviembre de 2009
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