martes, 17 de diciembre de 2013

¡Feliz Navidad!

Queridos amigos:
La Navidad es un tiempo para estar contentos, ya que renovamos nuestro compromiso de seguimiento a ese Niño que nació en Belén y que luego, de mayor, transformó el mundo.
                                        





¡Que vivamos e irradiemos la verdadera Navidad allí donde nos encontremos!

Eguberri on! ¡Feliz Navidad!





                                                 

Más fotos del encuentro navideño











Encuentro navideño

El pasado sábado, día 14 de Diciembre, más de 130 personas nos reunimos en el Colegio Corazonistas para la celebración del Encuentro Navideño que congrega a muchos de los integrantes de la Hospitalidad y de la Peregrinación a Lourdes.

            Alguien nos dijo que cómo llamábamos “encuentro navideño” a un acto que celebramos en Adviento. La razón es sencilla: muchos de nuestros peregrinos enfermos viven en residencias, y en las fechas más cercanas a Navidad, tienen sus fiestas cada uno en la suya a las que, por supuesto, quieren asistir y ¿qué sería nuestro encuentro sin ellos, que son nuestro fin primordial? Pues eso, en pleno Adviento, celebramos nuestro encuentro y con cuánta alegría nos saludamos todos, después de meses sin vernos, cuánto sentimiento en cada abrazo y en cada palabra. ¡Qué bonito es compartir estos pequeños momentos y con cuánta ilusión!

            El día también se alió con nosotros, pues tuvimos un sábado frío pero radiante y para entrar en calor, unos abrazos y achuchones.

            Comenzamos con la Eucaristía presidida por nuestro Consiliario, D. Serafín del Campo, acompañado de otro de nuestros sacerdotes, D. Rubén Martínez y de dos diáconos permanentes, Daniel Corral, responsable de Pastoral de la Salud y que tanto nos acompaña y por primera vez, y no la última, también Fidel Molina, responsable del proyecto Berakah.



            Tras la misa, y como algunos dicen, “de la misa, a la mesa”, compartimos un delicioso chocolate con bizcochos en un ambiente de fraternal alegría y realizamos el sorteo, resultando agraciados los siguientes números :

























0676 : Viaje a Lourdes, para Carmina Criales.
1146 : Cesta de Navidad, para Amara Solis, de Salvatierra.
0263 : Cesta de Navidad, para las Mercedarias del Paseo de la Zumaquera.



            Desde el Consejo de la Hospitalidad agradecemos sinceramente, la participación y asistencia a todas las celebraciones convocadas a lo largo del año 2.013 y animamos a que el próximo año, sigamos en la misma línea, y si es posible, hagamos un poquito más grande nuestra Hospitalidad.

            En su nombre, deseamos a todos una FELIZ NAVIDAD y un año 2.014 lleno de Paz, Amor y Prosperidad, y que una vez más, todos unidos peregrinemos a los piés de nuestra Madre, en la gruta de Massabielle.

            Un fraternal abrazo,


            María Jesús.

lunes, 11 de noviembre de 2013

El Papa con los enfermos de Lourdes

EL PAPA DEDICA UNA HORA A SALUDAR, UNO A UNO, A MIL ENFERMOS QUE PEREGRINAN A LOURDES


El santo padre Francisco esta mañana encontró en el aula Pablo VI en el Vaticano, a los voluntarios del Unitalsi (Unión nacional italiana transporte enfermos a Lourdes y santuarios internacionales), asociación italiana de voluntarios conocida principalmente por su acompañar a enfermos y discapacitados a peregrinar a los santuarios marianos.

La Unitalsi está realizando en Roma un congreso de tres días con motivo de los 110 años de la fundación, al cual participan unas dos mil personas y que tuvo su momento culminante en el encuentro de hoy con el santo padre.
Es un movimiento de voluntarios en el que participan muchas personas y jóvenes, que con frecuencia renuncian a sus vacaciones, y en vez de ir a la playa o a divertise prefieren acompañar a los enfermos en las peregrinaciones a los santuarios. Además realizan otros servicios, como asistencia a los enfermos en sus casa, pero también a los papás o familiares de los niños o personas enfermas.
Al concluir la audiencia en la que participaron unas 7 mil personas, el papa arrancó aplausos cuando dijo: “No se avergüencen de ser un tesoro precioso de la Iglesia”. Al concluir el encuentro el papa se acercó al público reunido y saludó a los enfermos, entre los cuales tantas personas en silla de ruedas y muchos niños.
LAS PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
“Queridos hermanos y hermanas, les saludo con afecto, especialmente a las personas enfermas y discapacitadas, acompañadas por los voluntarios, a los asistentes eclesiásticos, a los responsables de las sección y al presidente nacional, a quienes les agradezco por su palabras.
La presencia de cardenales, obispos y personalidades institucionales es un signo del aprecio que la Unitalsi encuentra en la Iglesia y en la sociedad civil.
Desde hace 110 años vuestra asociación se dedica a las personas enfermas o en condiciones de fragilidad, con un estilo típicamente evangélico. De hecho vuestra obra no es asistencialismo o filantropía, sino un genuino anuncio del evangelio de la caridad y del ministerio de consolación.
Pienso a los tantos socios de la Unitalsi esparcidos por toda Italia: son hombres y mujeres, mamás y papás, y tantos jóvenes que movidos por el amor de Cristo y su ejemplo de Buen Samaritano, delante del sufrimiento no voltean la cara para el otro lado. Al contrario buscan tener una mirada que acoge, una mano que levanta y acompaña, palabras de confort, abrazos de ternura. No se desanimen por las dificultades y el cansancio, sino por el contrario sigan donando su tiempo, sonrisa y amor a los hermanos y hermanas que tienen necesidades.
Que cada personas enferma y frágil pueda ver en los rostros de ustedes, el rostro de Jesús; y que también ustedes puedan reconocer en la persona que sufre la carne de Cristo. Los pobres, también los pobres de salud son una riqueza para la Iglesia; y ustedes de la Unitalsi, junto a tantas realidades eclesiales, han recibido el don y el empelo de recoger esta riqueza, para ayudar a valorizarla, no solamente para la misma Iglesia, sino para toda la sociedad.
En el contexto cultural y social de hoy es más bien tendiente a esconder la fragilidad física, a considerarla solamente un problema, que pide resignación o falsa piedad o a veces el descartar las personas.
La Unitalsi está llamada a ser signo profético y a ir contra esta lógica mundana, ayudando a quienes sufre a ser protagonistas de la sociedad, en la Iglesia y también en la misma asociación. Para favorecer la real inserción de los enfermos en la comunidad cristiana y suscitar en ellos un fuerte sentido de pertenencia es necesaria una pastoral inclusiva en las parroquias y en las asociaciones. Se trata de valorizar realmente la presencia y testimonio de las personas frágiles y que sufren, no solamente como destinatarias de la obra evangelizadora, pero como sujetos activos de esta misma acción apostólica.
Queridos hermanos y hermanas enfermos, no se consideren solamente como objeto de solidaridad y de caridad, pero siéntanse insertados a pleno título en la vida y en la misión de la Iglesia. Ustedes tienen un lugar propio, un rol específico en la parroquia y en cada ámbito eclesial.
La presencia silenciosa de ustedes es más elocuente que tantas palabras, la oración de ustedes, la oferta cotidiana de los sufrimientos en unión con las de Jesús crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y también gozosa de la condiciones, son un recurso espiritual, un patrimonio para cada comunidad cristiana. Nos se avergüencen de ser un tesor precioso de la Iglesia.
La experiencia más fuerte que la Unitalsi vive durante el año es la peregrinación a los santuarios marianos, especialmente al de Lourdes. También vuestro estilo apostólico y vuestra espiritualidad se refieren a la Virgen santa. ¡Descubran nuevamente las razones más profundas! En particular imiten la maternidad de María, la atención materna que ella nos dedica a cada uno de nosotros. En el milagro de las bodas de Caná, la Virgen se dirige a los siervos y les dice: “Todo lo que les diga, háganlo” y Jesús ordena a los siervos de llenar con agua las ánforas y el agua se vuelve vino, mejor del que habían servido hasta ese momento.
Esta intervención de María junto a su Hijo, muestra la cultura de esta Madre hacia los hombres. Es el cuidado atento a nuestras necesidades más reales: ¡María sabe qué necesitamos! Ella se ocupa de cuidarnos, intercediendo junto a Jesús y pidiendo para cada uno de nosotros el don del 'vino nuevo', o sea el amor, la gracia que nos salva. Ella intercede siempre y reza por nosotros, especialmente en el momento de la dificultad y de la debilidad, en el momento de la angustia y del desorientamiento, especialmente en la hora del pecado. Por ello, en la oración del Ave María, le pedimos “ruega por nosotros pecadores”.
Queridos hermanos y hermanas, encomendémonos siempre a la protección de nuestra Madre celeste, que nos consuela e intercede por nosotros junto a su Hijo. Nos ayude Ella a ser ante quienes encontremos en nuestro camino, un reflejo de Aquel que es “Padre misericordioso y Dios de cada consolación”.




miércoles, 6 de noviembre de 2013

Conmovedor abrazo del Papa Francisco a un hombre que tiene enfermedad rara.

foto ANSA

VATICANO, 06 Nov. 13 / 01:25 pm (ACI).- 
Al culminar la audiencia general de hoy en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco conmovió nuevamente al mundo al abrazar efusivamente a un hombre que padece neurofibromatosis, una enfermedad neuronal que causa tumores en la piel y en los huesos, causando gran dolor.
Las personas que padecen esta enfermedad, de origen genético y que no se contagia, son discriminadas muchas veces por su apariencia.
Al saludar, como hace habitualmente, a los peregrinos que llegaron para participar en la Audiencia General, en un intenso gesto de amor por las personas que padecen enfermedad, el Papa se detuvo durante varios minutos para acoger en sus brazos al hombre enfermo. Instantes después lo tomó del rostro y le dio su bendición.

La neurofibromatosis puede ocasionar parálisis, problemas de visión, sordera, retardo mental, migrañas e incluso cáncer, y su tratamiento es muy complicado.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Mensaje del Papa para la jornada mundial del emigrante y del refugiado 2014



MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL
DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2014
 
«Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor»

Queridos hermanos y hermanas:
Nuestras sociedades están experimentando, como nunca antes había sucedido en la historia, procesos de mutua interdependencia e interacción a nivel global, que, si bien es verdad que comportan elementos problemáticos o negativos, tienen el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la familia humana, no sólo en el aspecto económico, sino también en el político y cultural. Toda persona pertenece a la humanidad y comparte con la entera familia de los pueblos la esperanza de un futuro mejor. De esta constatación nace el tema que he elegido para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de este año: Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor.
Entre los resultados de los cambios modernos, el creciente fenómeno de la movilidad humana emerge como un “signo de los tiempos”; así lo ha definido el Papa Benedicto XVI (cf. Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2006). Si, por un lado, las migraciones ponen de manifiesto frecuentemente las carencias y lagunas de los estados y de la comunidad internacional, por otro, revelan también las aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto de las diferencias, la acogida y la hospitalidad que hacen posible la equitativa distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la dignidad y la centralidad de todo ser humano.
Desde el punto de vista cristiano, también en los fenómenos migratorios, al igual que en otras realidades humanas, se verifica la tensión entre la belleza de la creación, marcada por la gracia y la redención, y el misterio del pecado. El rechazo, la discriminación y el tráfico de la explotación, el dolor y la muerte se contraponen a la solidaridad y la acogida, a los gestos de fraternidad y de comprensión. Despiertan una gran preocupación sobre todo las situaciones en las que la migración no es sólo forzada, sino que se realiza incluso a través de varias modalidades de trata de personas y de reducción a la esclavitud. El “trabajo esclavo” es hoy moneda corriente. Sin embargo, y a pesar de los problemas, los riesgos y las dificultades que se deben afrontar, lo que anima a tantos emigrantes y refugiados es el binomio confianza y esperanza; ellos llevan en el corazón el deseo de un futuro mejor, no sólo para ellos, sino también para sus familias y personas queridas.
¿Qué supone la creación de un “mundo mejor”? Esta expresión no alude ingenuamente a concepciones abstractas o a realidades inalcanzables, sino que orienta más bien a buscar un desarrollo auténtico e integral, a trabajar para que haya condiciones de vida dignas para todos, para que sea respetada, custodiada y cultivada la creación que Dios nos ha entregado. El venerable Pablo VI describía con estas palabras las aspiraciones de los hombres de hoy: «Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más» (Cart. enc. Populorum progressio, 26 marzo 1967, 6).
Nuestro corazón desea “algo más”, que no es simplemente un conocer más o tener más, sino que es sobre todo un ser más. No se puede reducir el desarrollo al mero crecimiento económico, obtenido con frecuencia sin tener en cuenta a las personas más débiles e indefensas. El mundo sólo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona, si la promoción de la persona es integral, en todas sus dimensiones, incluida la espiritual; si no se abandona a nadie, comprendidos los pobres, los enfermos, los presos, los necesitados, los forasteros (cf. Mt 25,31-46); si somos capaces de pasar de una cultura del rechazo a una cultura del encuentro y de la acogida.
Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”. Es impresionante el número de personas que emigra de un continente a otro, así como de aquellos que se desplazan dentro de sus propios países y de las propias zonas geográficas. Los flujos migratorios contemporáneos constituyen el más vasto movimiento de personas, incluso de pueblos, de todos los tiempos. La Iglesia, en camino con los emigrantes y los refugiados, se compromete a comprender las causas de las migraciones, pero también a trabajar para superar sus efectos negativos y valorizar los positivos en las comunidades de origen, tránsito y destino de los movimientos migratorios.
Al mismo tiempo que animamos el progreso hacia un mundo mejor, no podemos dejar de denunciar por desgracia el escándalo de la pobreza en sus diversas dimensiones. Violencia, explotación, discriminación, marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza. Para huir de situaciones de miseria o de persecución, buscando mejores posibilidades o salvar su vida, millones de personas comienzan un viaje migratorio y, mientras esperan cumplir sus expectativas, encuentran frecuentemente desconfianza, cerrazón y exclusión, y son golpeados por otras desventuras, con frecuencia muy graves y que hieren su dignidad humana.
La realidad de las migraciones, con las dimensiones que alcanza en nuestra época de globalización, pide ser afrontada y gestionada de un modo nuevo, equitativo y eficaz, que exige en primer lugar una cooperación internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión. Es importante la colaboración a varios niveles, con la adopción, por parte de todos, de los instrumentos normativos que tutelen y promuevan a la persona humana. El Papa Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: «Esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino» (Cart. enc. Caritas in veritate, 19 junio 2009, 62). Trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin levantar barreras infranqueables. Una buena sinergia animará a los gobernantes a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración.
Es importante subrayar además cómo esta colaboración comienza ya con el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana. Crear oportunidades de trabajo en las economías locales, evitará también la separación de las familias y garantizará condiciones de estabilidad y serenidad para los individuos y las colectividades.
Por último, mirando a la realidad de los emigrantes y refugiados, quisiera subrayar un tercer elemento en la construcción de un mundo mejor, y es el de la superación de los prejuicios y preconcepciones en la evaluación de las migraciones. De hecho, la llegada de emigrantes, de prófugos, de los que piden asilo o de refugiados, suscita en las poblaciones locales con frecuencia sospechas y hostilidad. Nace el miedo de que se produzcan convulsiones en la paz social, que se corra el riesgo de perder la identidad o cultura, que se alimente la competencia en el mercado laboral o, incluso, que se introduzcan nuevos factores de criminalidad. Los medios de comunicación social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos compete, en efecto, desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas, en las que habrá que denunciar los errores de algunos, pero también describir la honestidad, rectitud y grandeza de ánimo de la mayoría. En esto se necesita por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación –que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”- a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. También los medios de comunicación están llamados a entrar en esta “conversión de las actitudes” y a favorecer este cambio de comportamiento hacia los emigrantes y refugiados.
Pienso también en cómo la Sagrada Familia de Nazaret ha tenido que vivir la experiencia del rechazo al inicio de su camino: María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7). Es más, Jesús, María y José han experimentado lo que significa dejar su propia tierra y ser emigrantes: amenazados por el poder de Herodes, fueron obligados a huir y a refugiarse en Egipto (cf. Mt 2,13-14). Pero el corazón materno de María y el corazón atento de José, Custodio de la Sagrada Familia, han conservado siempre la confianza en que Dios nunca les abandonará. Que por su intercesión, esta misma certeza esté siempre firme en el corazón del emigrante y el refugiado.
La Iglesia, respondiendo al mandato de Cristo «Id y haced discípulos a todos los pueblos», está llamada a ser el Pueblo de Dios que abraza a todos los pueblos, y lleva a todos los pueblos el anuncio del Evangelio, porque en el rostro de cada persona está impreso el rostro de Cristo. Aquí se encuentra la raíz más profunda de la dignidad del ser humano, que debe ser respetada y tutelada siempre. El fundamento de la dignidad de la persona no está en los criterios de eficiencia, de productividad, de clase social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso, sino en el ser creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27) y, más aún, en el ser hijos de Dios; cada ser humano es hijo de Dios. En él está impresa la imagen de Cristo. Se trata, entonces, de que nosotros seamos los primeros en verlo y así podamos ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio. Las migraciones pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera.
Queridos emigrantes y refugiados. No perdáis la esperanza de que también para vosotros está reservado un futuro más seguro, que en vuestras sendas podáis encontrar una mano tendida, que podáis experimentar la solidaridad fraterna y el calor de la amistad. A todos vosotros y a aquellos que gastan sus vidas y sus energías a vuestro lado os aseguro mi oración y os imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 5 de agosto de 2013.

FRANCISCO


jueves, 31 de octubre de 2013

Conferencia del P. Teótimo

Os ofrecemos una conferencia del P. Teóimo (coordinador de la pastoral en lengua española del santuario de Ntra. Sra. de Lourdes) sobre la labor del hospitalario.



VOLUNTARIADO CRISTIANO HOSPITALARIO
- CONGRESO de SALAMANCA -

"Peregrino al servicio de los peregrinos"

Introducción
El voluntariado es un tema de actualidad, quizás porque es el medio por el que se están resolviendo muchos problemas de orden social, cultural y humanitario, que las instituciones no llegan, o llegan  tarde, a resolver.
El de Lourdes es un voluntariado especial y característico, vario y diversificado. Aquí quiero referirme únicamente al voluntariado de la Hospitalidad Nuestra Señora de Lourdes, englobando a todos cuantos sirven en las Hospitalidades, tengan o no tengan hecho el compromiso oficial con la Hospitalidad.
En el artículo 1º de los Estatutos generales de la Hospitalidad Nuestra Señora de Lourdes se dice: “La Hospitalidad es una asociación de fieles de Cristo que trabajan como voluntarios.”
 = Fieles de Cristo, o sea cristianos, y voluntarios:
Este principio ayudará a captar mejor el sentido de cuanto diré a continuación. Un principio, por otra parte, que debería ser la clave para el buen funcionamiento de toda Hospitalidad.
Desde las primeras apariciones existió el servicio voluntario en Lourdes. Bernardita fue siempre a la Gruta acompañada. La acompañaban, le abrían camino, le hacían sitio. Luego, en las peregrinaciones organizadas con peregrinos sanos, empezaron a ir a Lourdes peregrinos enfermos, cada vez más numerosos y cada vez de más lejos. Había que trasladarlos y alojarlos en algún sitio. Surgieron enseguida voluntarios que se prestaron a ayudarlos. Pero pronto se hizo necesaria una organización. Así, en 1880, nació la Hospitalidad Ntra. Sra. de la Salud y, cinco años más tarde, La Hospitalidad Ntra. Sra. de Lourdes.
Un voluntario de la Hospitalidad, es decir, un Hospitalario, es un peregrino de Lourdes; un peregrino que, habiendo vivido esta experiencia, quiere compartirla con otros.
Un hospitalario es un peregrino activo, un peregrino comprometido en el servicio de otros peregrinos de Lourdes. Comprometido particularmente en el servicio a los más necesitados: enfermos, discapacitados, o de edad avanzada. Servicio, tanto en el acompañamiento como en la acogida.
1. El voluntario cristiano
El voluntario cristiano es la persona que inspirándose en la fe y movida por el amor al prójimo, se compromete a destinar, de modo estable, un tiempo liberado, en unión con otras personas, a prestar un servicio gratuito en algún campo de la pobreza, de la marginación o del sufrimiento. El voluntario cristiano posee una motivación fundamental: Ve en el necesitado a un hermano, experimenta ante él los mismos sentimientos que Cristo y llega a ver en él al propio Cristo. “Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
A esta actitud fundamental hemos de añadir unos cuantos requisitos que la convalidan en la práctica, humana y técnicamente:
- Motivación interior, libre, sin condicionamientos ni coacciones.
- Sentido de la responsabilidad frente al compromiso asumido.
- Aptitudes de equilibrio y madurez, adecuadas al servicio.
- Preparación apropiada para hacer frente a la variedad de situaciones y problemas.
- Tiempo libre suficiente para cumplir con el compromiso adquirido.
- Actitudes positivas hacia las personas o grupos que ha de atender.
- Cualidades humanas, como discreción, espíritu de servicio, comprensión y respeto, sentido de la acogida y la escucha, capacidad de trabajo, aceptación de las propias limitaciones, saber consultar, sentido del secreto profesional…
2. El voluntariado, un servicio
La larga tradición del servicio voluntario en la Iglesia se inspira en Cristo, el voluntario por excelencia, que dice: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28).
En esta expresión de Cristo, desgranada en múltiples gestos, se revela la fuente de todo voluntariado cristiano. En Cristo, el voluntario descubre, ante todo, su vocación cristina, que consiste en tener los mismos sentimientos y actitudes de Cristo (Fil 2,5), y en configurar su vida según el dinamismo del amor: “En esto conocerán que sois mis discípulos” (Jn 13,35).
En esta fuente se inspiran quienes conciben y orientan su vida como servicio. Para unos será una vida entera; en otros impregnará el ejercicio de su actividad profesional; para otros será una opción de voluntariado compatible con otras ocupaciones.
Uno de los pasajes más entrañables de la encíclica del Papa Benedicto XVI “Dios es amor”, está en los párrafos que dedica al voluntariado. “Un fenómeno importante de nuestro tiempo, dice, es el nacimiento y difusión de muchas formas de voluntariado, que se hacen cargo de múltiples servicios. A este propósito, quisiera dirigir  una palabra especial de aprecio y gratitud a todos los que participan de diversos modos en estas actividades. Esta labor es una escuela de vida para los jóvenes, que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no solo algo, sino a sí mismos. De este modo, frente a la anticultura de la muerte, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo, sino que precisamente en la disponibilidad a “perderse a sí mismo” (Lc 17, 33) a favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida (nº 30).
Para el cristiano, el servicio del voluntariado no es un añadido a su vida de creyente, sino una respuesta coherente con los compromisos bautismales, una invitación que espolea a testimoniar la fe, la esperanza y la caridad.

Notas características del voluntario cristiano = Hospitalario de Lourdes

Son como el cuadro o la imagen que debe reflejarse en el ser y en el obrar del voluntario en el servicio de la Hospitalidad.
1) Un servicio por vocación
El voluntariado es connatural a la vocación cristiana y a nuestro compromiso bautismal de seguir a Cristo.
Jesús nos dice (Jn 15,16): “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros y os destiné a que vayais y deis fruto y vuestro fruto dure”.
Según esto, en la vocación al voluntariado, como en toda vocación de Iglesia, hemos de tener en cuenta:
- Que la iniciativa viene de Dios y que, por nuestra parte, debemos darle acogida y respuesta. Dios irrumpe en nuestra vida con la exigencia que solo Él puede imponer.
- Que esa llamada exige un cambio de nuestros planes de vida e, incluso una ruptura, para entrar en los planes de Dios. Romper, que significa, ante todo, cambiar nuestra escala de valores.
- Nuestra vida entra en una nueva dimensión, de la que recibe una luz y una fuerza nuevas: “el otro mundo”, que le dijo la Señora a Bernardita.
- Que, al igual que toda otra vocación, también ésta debemos apreciarla, cuidarla y preservarla, tratando de ser fieles a ella.
Todos estos componentes de la vocación están presentes en la llamada de la Señora a Bernardita. Sin saber todavía quién es, en la 3ª aparición oye que le dice: “¿Quiere usted hacerme el favor de venir aquí durante quince días?” Algo inesperado para Bernardita en la expresión y en el contenido. Bernardita responde afirmativamente, llena de disponibilidad y confianza. Recordemos a María, en el Misterio de la Anunciación, su actitud y su respuesta (Lc 1, 26-38).
2) Un servicio en gratuidad
La gratuidad es una nota característica que envuelve todo lo que es el voluntariado. La comunidad cristiana encuentra la motivación para la caridad en el amor de Cristo, en que Él nos amó primero. Ese amor es la norma suprema de nuestra moralidad.
“Amaos unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn 15,12)
“Gratis habéis recibido, dad gratis” (Mt 10,8).
Nuestra existencia es un “don recibido”. Somos don de Dios en orden a ser don para los demás.
La expresión de Tagore: “La vida se nos dio y la merecemos dándola”, y las palabras que San Pablo atribuye al Señor: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35), son como una descripción lapidaria de la gratuidad del voluntariado: Dar porque hemos recibido, y encontrar en ello la verdadera alegría.
Dar a los que no nos pueden devolver. Los genuinos destinatarios del servicio voluntario son los que no pueden devolver nada a cambio. Porque un voluntario no busca ni un salario, ni un regalo, ni una recompensa, ni un reconocimiento o prestigio.
La parábola del criado, en las recomendaciones de Jesús a los discípulos, termina así: “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos; hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).
Bernardita Soubirous expresa la gratuidad de su vocación diciendo: “La Señora me escogió porque era la más pobre y la más ignorante”; y reconoce la gratuidad de su servicio comparándose con la escoba, que, una vez usada, se guarda detrás de la puerta.
3) Un servicio en compasión
La acción voluntaria arranca de la capacidad que Dios ha dado a toda persona de “conmoverse” ante la adversidad ajena, de solidarizarse con el que sufre, es decir, "padecer con" y, en consecuencia, de prestarle una ayuda.
El creyente encuentra la fuente, el modelo y la motivación para compadecerse, en Dios mismo. Ya en el Antiguo Testamento Dios se llama a sí mismo Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso” (Ex 34,6).
Para el autor de la Carta a los Hebreos, la compasión hacia los hombres, sus hermanos, es el motivo de la Encarnación del Hijo de Dios. "Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo". (Heb 2,17) Así es como la misericordia y la compasión de Dios se manifiestan definitivamente en Jesucristo:
Los evangelistas insisten en el hecho de que Jesús, viendo a las gentes, se compadecía de ellas y les anunciaba la buena Noticia, les enseñaba, curaba a los enfermos y expulsaba a los demonios. (Mt 9,36;  Mc 6,34)
El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma del año 2006 llevaba como título estas palabras del Evangelio: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas” (Mt 9,36).
Por seis veces hace referencia el Papa a la “mirada” conmovida de Cristo, que se detiene sobre las personas y las multitudes. Nuestra “mirada compasiva” debe, pues, asemejarse a la de Cristo.
El samaritano de la parábola, viendo al herido al borde del camino, tuvo lástima, se compadeció y obró en consecuencia.
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36)
Bernardita aprendió en la Gruta, de la mirada de la Señora, la actitud amorosa y compasiva.  Actitud la manifestó hacia los pobres y los enfermos de Lourdes, primero, y, luego en Nevers, con las Hermanas, que  darán después testimonio de su dulzura y caridad, de su sonrisa y sus palabras agradables, de su delicadeza y alegría, de su amabilidad, de su compasión.
Una figura, que no aparece en los Evangelios, pero que recordamos en el Víacrucis, es la Verónica. A la vista de Jesús, se compadeció y, superando todos los obstáculos, con su gesto compasivo, le devolvió el rostro humano cuya apariencia había perdido.
4) Un servicio en comunidad
El voluntariado cristino, desde los comienzos de la Iglesia, nace y se desarrolla en el marco de un grupo, de una comunidad. Por lo general, no es obra de francotiradores. La pertenencia a una asociación, a una comunidad, predispone a un estilo radical de servicio y a evitar que la acción voluntaria sea una justificación del individualismo, aunque sea religioso. La comunidad, el grupo, (la Hospitalidad) acompañan al voluntario y lo ayudan a mantener una actitud realista y crítica, partiendo de los criterios evangélicos. Comunidad de voluntarios, voluntarios es comunidad, podría ser un buen lema para todo esto.
La comunidad es, desde los Apóstoles, la destinataria del mandato del Señor de anunciar la Palabra y de curar; así como es también la destinataria de los dones y carismas que el Espíritu distribuye para la edificación común, como explica San Pablo escribiendo a los Corintios. (1Co 12,4). Así pues, el voluntario cristiano ha de ser siempre expresión de la comunidad. La comunidad es, ante todo, la Iglesia, tanto universal como local. Pero es también la parroquia, la asociación (la Hospitalidad) o el grupo en que el voluntario está integrado directamente.
Ahora bien, el voluntariado asumido por la comunidad debe estar dotado de una organización eficaz y contar con unos animadores idóneos.
5) Formación necesaria
El voluntariado no se improvisa, no se debe improvisar. Por eso se impone, por parte de la comunidad, la seria e ineludible tarea de la formación.
Y no se trata de una formación académica o de especialistas. Se trata de tomar conciencia de todo lo que venimos llamando las características del servicio voluntario. Además de tener un sentido cristiano de la vida, una formación religiosa y moral suficiente, en el caso de los Hospitalarios de Lourdes conviene tener un conocimiento del sentido de la peregrinación, de la historia de las Apariciones de la Virgen y del Mensaje de Lourdes.
En el tema de la formación podemos subrayar dos aspectos:
- La consideración hacia las personas a quienes servimos. Esas personas tienen derecho a que el voluntario ponga a su disposición todas sus capacidades, entre ellas una preparación que haga más eficaz su servicio.
- El carácter permanente de la formación. En ninguna materia se aprende todo de una vez, pero menos en humanidad y en el trato con las personas.
Por lo que respecta al formador, en este tema no se trata de un profesor que transmite datos y teorías. Debe ser un acompañante que transmite, sobre todo, su experiencia, sus vivencias, convirtiéndose entonces en compañero de camino. Lo mismo que, como decimos, un Hospitalario es un peregrino que guía y sirve a otros peregrinos, el formador debe guiar y servir al hospitalario en formación.
6) Un servicio con creatividad y decisión
Podemos recordar el episodio de la curación del paralítico de Cafarnaún. (Ver tema pastoral del año 2005).  Jesús rodeado de un mar de gente, que es imposible cruzar. Unos voluntarios llevan en su camilla a un paralítico con el decidido deseo de acercarlo a toda costa a Jesús, para que lo cure. Son personas inteligentes e ingeniosas aquellos cuatro amigos. No tuvieron miedo a los problemas que podría crear su “ocurrencia” de abrir un boquete en el tejado. Buscaban dar satisfacción al gran deseo del paralítico, poniéndolo a los pies de Jesús. Fueron creativos y decididos porque tenían la fe cierta de que el Maestro podía hacer algo por su amigo paralítico. Consiguieron, incluso, más de lo que querían: Jesús manifestó su compasión y su poder curando el alma y el cuerpo del paralítico, y las buenas gentes glorificaron a Dios.
7) Un servicio como cultura del dar
Ser voluntario para servir en la Hospitalidad y la peregrinación puede limitarse a unos días al año, quizás solo a los días de la peregrinación.  Pero esto pude ayudar a adquirir un hábito, una manera de obrar que se convierta en una experiencia cotidiana de servicio a los necesitados.  Se da entonces vida y forma concreta a un proceso que podemos llamar “la cultura del dar”.
La cultura del dar es la cultura del Evangelio, es el Evangelio mismo. “Dad y se os dará"  (Lc 6,38).
De este modo se llega al núcleo de la experiencia de servicio, que es el don de sí mismo, don del tiempo, don de las propias energías, don de los propios conocimientos y experiencia para mejorar el servicio, don de los brazos y el corazón, como decimos en Lourdes, para acoger a todos, principalmente a los enfermos, a los discapacitados, a los débiles, a los pequeños.
Y sabemos bien que el don, la entrega llegan a ser recíprocos. “Recibimos más de lo que damos”, es el testimonio constante de los voluntarios de Lourdes.
8) Un servicio en comunión
La comunión, que tanto se pone hoy de relieve en la Iglesia, es una realidad que se ha de vivir a todos los niveles, para que sea el antídoto del individualismo y del relativismo, que avanzan a pasos agigantados en la forma de vivir de la gente.
Ante todo, está la comunión con el grupo eclesial del entorno y, en nuestro caso, con el conjunto de cuantos participan en la vida de la Hospitalidad y en la peregrinación, desde que se prepara hasta que se lleva a cabo e incluso después.
Está, además, y no es menos importante, la comunión con las personas responsables de la dirección y organización. Comunión que debe ser mutua, y que no siempre es fácil. No se trata solo de dar directrices y de ponerlas en práctica sino, sobre todo, de un diálogo sincero, de una corresponsabilidad y de “llevar los unos las cargas de los otros”, como dice San Pablo.
Hoy es muy importante la comunión entre generaciones. Entre los voluntarios de la Hospitalidad se puede dar también el desajuste y hasta la ruptura entre generaciones. Si hay comprensión y amor entre las generaciones, brotarán frutos abundantes para el voluntariado tanto de los jóvenes como de los mayores.
9) Un servicio impregnado de espiritualidad eucarística y mariana
 “Lourdes es el mayor trono de Cristo-Eucaristía en el mundo”, según palabras del Papa San Pío X.
El Santuario de Lourdes, mariano por excelencia, tiene a la Eucaristía como centro y cumbre de todas sus celebraciones. Misas, procesión eucarística, tiempos de adoración: El Señor, enseñándonos y haciéndonos ver siempre su entrega por nosotros; el Señor, Buen Samaritano de nuestra humanidad herida, que ilumina y fortalece a quienes siguen sus pasos en el servicio voluntario a los hermanos.
Con todo, Lourdes es lo que es por la Santísima Virgen. Todo comenzó con Ella y todo se mantiene y sigue adelante por Ella. Ella invita, atrae, acoge y acompaña a cuantos vienen a Lourdes. Ella los orienta y los lleva de la mano al encuentro con Jesucristo su Hijo. Ella, la peregrina de la fe, es como la Hospitalaria que nos lleva a ese encuentro. Ella inspira y alimenta tantas visitas a la Gruta, donde se respira su presencia. Ella inspira la oración intercesora de unos por otros, especialmente entre enfermos y voluntarios. Ella da sentido a ese desgranar constante del rosario en tantas manos.  Después de su Hijo, Ella es la voluntaria por excelencia, desde su “Hágase”, como esclava del Señor, hasta convertirse en Madre nuestra, llena de compasión y misericordia, al pie de la Cruz.
El Papa Juan Pablo II llamó a María, “Icono del voluntariado cristiano”. Que Ella renueve y afiance en todos la vocación y la entrega como hospitalarios, peregrinos al servicio de los peregrinos. 

P. Teótimo González, omi

Coordinador de la pastoral en lengua española

Lourdes, noviembre de 2009