domingo, 29 de septiembre de 2013

Relato de la XXVI Peregrinación a Lourdes

Son las 7 de la madrugada y apenas ha amanecido, pero yo estoy en el mismo lugar de siempre: encima de la uña del dedo meñique derecho. Es mi sitio preferido en el mundo. Es donde más feliz me siento. Seguro que hay otros sitios más glamurosos como la cabeza, la mano o la punta de la nariz... pero yo no cambio el mío por nada: es mi sitio, donde me siento protegido por Ella. Perdonad, no me he presentado, soy un pajarito gris y gordito. Mis plumas no son bonitas y no canto nada bien: soy un simple gorrión. Pero sé que a Ella le gusta que me pose sobre su dedo meñique. Cuando me poso suavemente sobre él, siento que le hago unas poquitas cosquillas y Ella, al mirarla, me guiña el ojo. Otras veces han llegado pájaros con plumas multicolores o con trinos más bellos, pero yo sé que Ella me prefiere a mí. Porque soy sencillo y le soy fiel. No falto a la cita haga frío o calor, llueva o nieve. De hecho, este mes de junio pasado lo pasé muy mal. Empezó a llover y llover y el agua empezó a subir y subir. Por un momento pensé que el agua iba a llegar hasta su dedo, mi dedo favorito. No os podéis imaginar cómo bajaba el río. Arrastraba troncos enormes que casi se llevan el puente que se ve desde aquí. Yo pasé mucho miedo, aunque, estando con ella también me sentía muy seguro.
Pero bueno, que me enrollo mucho... A estas alturas del relato ya habréis caído en que donde poso mis patitas de gorrión es en el dedo meñique de la bellísima imagen de la Virgen María de la gruta de Massabielle en Lourdes.

Como os decía, venir aquí es lo primero que hago todos los días. Luego ya me pongo a volar para ver cómo van las cosas por ahí. Me encanta cuando empiezan a llegar las damas de las distintas hospitalidades con sus cofias. Vistas desde arriba se mueven como si fuesen hormiguitas.

Jueves

Hoy he decidido pasar la mañana volando por ahí, salir a las afueras de Lourdes para ver por dónde llegan peregrinaciones nuevas a visitarle a Ella.
Me he posado en la rama de un arbolito a esperar autobuses.
Pasado el mediodía han llegado los primeros. Son cinco autobuses de colores anaranjados. Enseguida me han caído muy bien. ¿Sabéis por qué? Pues porque en todos los autobuses está escrito en letras muy grandes ALEGRÍA. Me encanta que la gente que viene a visitar a mi virgencita venga contentos.
Y fíjate estos que llevan la alegría hasta escrita en el autobús.
Me he acercado a investigar un poco y he visto que vienen bastantes enfermos, creo haber contado 66, acompañados de numerosos hospitalarios y peregrinos. En sus tarjetas he podido leer que vienen desde la Diócesis de Vitoria en el País Vasco. La virgencita se pondrá muy contenta cuando se lo diga ya que Ella sabe lo querida que es en esas tierras. Allí la llaman Estibaliz, Blanca, Ibernalo y de muchas formas más. Me vuelvo rápido para contárselo.

Han pasado unas horas desde que les vi llegando a Lourdes y como me han caído muy bien he decidido seguirles para ver cómo se lo pasan por aquí. No me ha costado mucho encontrarles ya que los enfermos se hospedan cerquita de la gruta: en el Accueil Notre Dame. Me he fijado que todos tratan con mucho cariño a los enfermos. Las damas y camilleros, los médicos y enfermeras y también los sacerdotes que les acompañan son muy cercanos a ellos. Se ve que eso que dijo el Papa Francisco de que los curas tienes que oler a oveja les ha llegado... ¿Qué salado este a papa argentino, verdad?

Mientras cenaban he vuelto a la gruta para contarle a la Virgen cómo han empezado la peregrinación y después, para no perderme nada, me he asomado por una ventana de la iglesia de san José y les he visto celebrando la Eucaristía. Mucha fraternidad, mucho cariño a los enfermos y, sobre todo, mucha fe. Me ha alegrado ver que con ellos ha venido su obispo, Miguel se llama. Es bonito ver cómo el pastor de la Diócesis viene acompañando a los enfermos hasta este Santuario.
Les he dejado terminando la celebración y me he ido a mi nido a dormir, no sin antes pasar por la gruta para desearle  buenas noches a mi virgencita.

Viernes

¡Buenos días! Pronto por la mañanita aquí me tenéis, puntual, encima del dedo meñique, dispuesto a contaros lo que hacen hoy los de la Hospitalidad de Vitoria. Ha salido buen día y los primeros rayos de sol iluminan a las damas-hormiguitas de camino al Accueil a levantar y a dar el desayuno a los enfermos.
Tras mis momentos de tranquilidad encima del dedo meñique he seguido a algunos de los peregrinos de la peregrinación de Vitoria. Ya me habían avisado que los vascos son muy amantes de las montañas. Quizá es por eso por lo que muy madrugadores, han subido, monte arriba a recordar el camino de la cruz de Jesús. Me encanta revolotear alrededor de los grupos que suben al vía crucis de la montaña.
Verles rezar junto a las figuras de las estaciones es algo que me entusiasma.
Enseguida me he dado cuenta de que no estaban todos los miembros de la peregrinación.
Está claro, este camino es muy complicado y los enfermos no pueden subir hasta allí. Los he buscado y, los he encontrado, de nuevo, en la iglesia de San José. No sé por qué, pero creo que los de esta hospitalidad le tienen especial cariño a esta capilla. Allí estaban también celebrando el vía crucis. Cuando han terminado, se les han unidos los que habían ido a la montaña y han celebrado el sacramento del perdón. Qué momento tan bonito verles acercarse al Padre para pedirle perdón por los errores cometidos. ¡Me está gustando está Hospitalidad!
Hablando de errores cometidos, me he enterado de que en esta peregrinación vienen tres hospitalarios especiales. Son tres internos de la cárcel de Zaballa. Todo el mundo dice que son muy majos. Cuando se lo he contado a la Virgen se ha puesto muy contenta porque Ella se acuerda especialmente de los que lo están pasando peor. Después de echarme una siesta rápida he vuelto a acompañar a esta hospitalidad en los actos de la tarde.
Primero han estado tomando el baño en las piscinas. Yo no me he bañado nunca pero sería feliz si pudiera hacerlo. No sé qué pasa ahí dentro pero solamente ver las caras que ponen al salir los que se bañan, quiere decir que ese es un lugar muy especial y donde las experiencias de fe son muy profundas. ¡Y yo digo también que son unos valientes.... porque mira que está fría el agua!  No hay margen de tiempo y veo que poco después se alistan para participar en la procesión eucarística. Todos los días veo, desde la gruta, cómo, desde el otro lado del río parten todos los fieles acompañando al Santísimo hasta la basílica San Pío X. En este caso es el obispo, D. Miguel, quien porta la custodia. ¡Qué alegría se lleva la Virgen cuando le cuento que los presos llevan el palio! Le gusta que estén lo más cerca posible del cuerpo de Cristo. Veo también que muchos miembros de la hospitalidad participan llevando el incienso, las velas… Todos comentan que es una experiencia inolvidable.
Aquí me cuentan también que hay otros tres miembros hospitalarios especiales. Se trata de dos chicos y una chica miembros de APDEMA, con discapacidad intelectual. Les veo muy contentos ayudando a los enfermos.
Yo ya estoy cansado pero los de esta Hospitalidad no paran. Después de cenar les sigo hasta la iglesia de san José donde celebran juntos la eucaristía, y cuando algunos hacen su compromiso hospitalario. En estos tiempos en que nadie se compromete con nada qué alegría me da ver que ellos se comprometen a ayudar a los enfermos.
Otro momento emocionante tiene lugar cuando ponen un montaje con las fotos y los nombres de los fallecidos en este año. No pude evitar echar una lagrimita. Me aprendí de memoria sus nombres y se los susurré al oído a la Virgen en la gruta.
Cuando ya creía que se iban a ir a dormir, vi cómo algunos de los Hospitalarios se dirigían hacia la montaña. ¿Tanto les gusta el monte a los vascos que van hasta por la noche? Les seguí un rato y vi cómo se pusieron a rezar el vía crucis por la montaña, a oscuras, acompañados por las reflexiones de un sacerdote. Yo allí les dejé y me fui a mi nido muerto de sueño.

Sábado a la mañanita

Buenos días desde mi rincón de la gruta, sobre el dedo de la Virgen. Esta vez me han dado ellos la sorpresa al venir a visitarnos a la Virgen y a mí, prontito por la mañana a la gruta.
Les veo llegar orgullosos con el estandarte de la Hospitalidad para celebrar la eucaristía a los pies de la Madre. Yo estoy en primera fila y veo todo muy bien. Veo las caras de los enfermos por estar tan cerca de la Virgen. También veo a algunos con cara de sufrimiento por la enfermedad, la soledad, la depresión… Pero que no se preocupen, porque la Virgen los mira a la cara uno por uno y con su misericordia los bendice. La Virgen con su manto les arropa a todos ellos y a todos los que les han pedido que rezaran por ellos.
Cuál es mi sorpresa mientras pienso todo esto cuando oigo la voz de una mujer cantándole a la Virgen de forma maravillosa. ¡Viene de sus filas! Miro por ahí y me dicen que se trata de una jota a la Virgen y que nos la han traído especialmente desde la Rioja Alavesa. Posado en el dedo de la Virgen pude sentir cómo un escalofrío de emoción le recorría a ella mientras le cantaba.
Después de la celebración les acompañé durante la mañana. Tuvieron una catequesis sobre el año de la fe, en la que terminaron compartiendo entre ellos las experiencias vividas. Qué bonito es que hablen y compartan lo que viven en vez de guardároslo sólo para ellos.
Por la tarde, la Virgen les recibió en su “casa”. Los enfermos pudieron pasar por dentro de la gruta y rozar con sus dedos la roca. La Virgen siempre me dice que cuando rozan la piedra Ella siente como que le acarician la cara con el cariño de un hijo que acaricia a su madre. Que todas las personas vengan aquí, siempre que puedan.
Después de un momento de intimidad con la Madre bien se merecían una tarde libre para pasear, tomar algo y visitar tranquilamente Lourdes.
Por la noche, desde la gruta, empezamos a ver cómo encendían las velitas e iban rezando el Rosario en muchos idiomas. Es un río humano de luz y de fervor que a la Virgen le emociona.
Y no saben lo impresionante que es echar a volar hacia lo alto y ver desde el cielo los puntitos de luz siguiendo a la Virgen. ¡Y cantaron el  Agur María en euskera! A la Virgen le gusta que le recen en la mayor cantidad de idiomas posibles.

Domingo

Hoy, desde la gruta veo más trajín de lo normal. Veo que están recogiendo el Accueil. ¿Se van ya? ¿No se quedan más tiempo? Estaba tan a gusto con ellos… Por lo menos tengo un último momento para despedirme. Todos los peregrinos presentes en Lourdes celebraron juntos la Misa internacional. En ella se celebra que el mensaje de Dios es válido para todo el mundo y que entre todos se debe construir el Reino de Dios.
Estoy triste porque se van ya, pero la Virgen me ha dicho que no esté triste porque se marchan llenos de su cariño y llenos de experiencia de Dios, y que el cartel de Alegría que trajeron en el autobús ahora lo llevan todos dentro de su corazón.
Así me quedo más tranquilo.
Yo me quedo aquí, sobre el pie de la Virgen, esperando a que el año que viene vuelvan a visitarnos.
Estoy seguro que no se olvidarán de esparcir la alegría y el amor de la Virgen por la diócesis de Vitoria.

                                                           Un beso muy fuerte.

                                                               El gorrión de la gruta.